#EnLaHuertaEstamosTodos

 

El Taller de Huerta en San Fernando dio sus primeros pasos a principios del año 2013 con chicos del barrio Santa Rosa, en una huerta chiquita ubicada en el patio de la Escuela Secundaria Nº 8.

Pasando tiempo en la huerta, pisando el terreno, percibiendo el movimiento de la escuela, se fue generando una relación entre los chicos, la huerta  y la escuela, como institución y como lugar de encuentro.
Entre abril de 2013 y noviembre de 2014 pasaron cosas mágicas: en articulación con Cultivarte y  la Escuela Secundaria Nº 8 se construye un nuevo espacio de huerta y se visibiliza cada vez más la apropiación de los niños hacia el lugar.

El desafío se constituye cuando profundizamos en la empoderación y en el pensamiento comunitario. Además era un aprendizaje para todos, tanto para  talleristas como para los niños, el conocernos, las normas de convivencia, el valor de la palabra, la responsabilidad sobre otros seres vivos, el trabajo en grupo, la valorización de este trabajo…
Hoy en día, la articulación entre la Escuela y Cultivarte toma diversas formas:

  • La Huerta como Aula Viva: es un espacio donde pueden participar todas las áreas y programas que se desarrollan en la escuela. Entendiendo a la huerta como un nuevo recurso pedagógico para todas las áreas, como lo es la biblioteca o el salón de arte, música o computación.
  • La Huerta incluida en materias curriculares: en este espacio de intercambio se van desarrollando prácticas de integración y realizando una observación directa de los efectos de las mismas con el fin de aprehendernos los unos a los otros.

Entendemos el espacio de huerta como una entidad que está viva. Todos conformamos y nos interrelacionamos con dicho ser: los vecinos, los docentes de la escuela y de otras instituciones, los árboles, las lombrices, los pájaros, el cementerio, el clima, el cielo, las estaciones del año, los auxiliares y directivos, los chicos, las chicas, la gente de Cultivarte.
En este proceso que el niño vivencia, se aprende del cuidado mutuo y del otro, se trabaja en grupo para lograr un objetivo que es concreto y observable. En este mundo cotidiano, donde todo sucede rápido y no muchas cosas nos quedan para el disfrute y el aprendizaje, creemos que es el contacto con la tierra lo que nos va a traer nuevamente a la interiorización del cuidado, a la salud propia.

En nuestra  experiencia de encuentro en la huerta percibimos que hay una conexión con el otro cuando lo tomamos de la mano, cuando cruzamos nuestras miradas, cuando conversamos, cuando nos abrazamos. En ese encuentro básico, insoslayable, se basa el acto comunicativo. Pero también hay otros encuentros mucho más sutiles que se producen sin siquiera tocarnos, casi sin hablar. En esos momentos, el intercambio se produce espontáneamente y, si prestamos atención, podemos asombrarnos de la capacidad de comprensión entre seres humanos que apenas se conocen. Así sucede al trabajar la tierra en la huerta, donde nos encontramos creando una “obra colectiva” que es nuestro pedacito de cantero o de terreno, ese lugar donde ponemos los elementos necesarios para que se desarrolle una vida.

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